Días 63-85
El conductor del autobús que va del aeropuerto al centro de Medellín me dejó sentarme a su lado. Primera vez en Colombia y la verdad es que era uno de los países que más me llamaba la atención. Medellín es grande e intensa. Llegar en el autobús es una experiencia, descendiendo por el valle rodeado de grandes cerros con infinitas casas en sus laderas.
Es una ciudad verde y realmente bonita, pero es un puto caos. El tráfico es asesino y todas las aceras están llenas de gente y colores. Los gritos de los puestos de comida sólo se interrumpen al pasar por la puerta de bares que tienen la música a tope desde el mediodía.
Medellín vivió una situación de guerra en varias ocasiones a lo largo de las últimas décadas del siglo pasado. Dicen que la gente moría tanto como en Sarajevo durante sus conflictos coetáneos. Más allá de Pablo Escobar, la guerrilla política y una variedad de otros actores hicieron que Medallo fuera un campo de batalla durante demasiado tiempo.
Los narcos son una parte esencial de la historia del lugar, pero parece que cada vez tienen menos que ver con su presente. La capital antioqueña se está reinventando como ciudad universitaria y turística con mucho éxito.
Dicho esto, como europeo sigue siendo impactante la experiencia de pasar varias semanas en el centro de la ciudad. Adolescentes inconscientes en los semáforos y gente en la acera con la jeringuilla colgando se convierten rápidamente en parte del paisaje.
La Comuna 13 simboliza la transformación más que ningún sitio. Pasó de ser uno de los barrios más peligrosos de la ciudad a ser un hervidero de turistas. Si tienes suerte de hablar con locales, te contarán como hace apenas unos años pasaban por encima de cadáveres para llegar al colegio. Ahora ese proceso lo entorpecen filas de alemanes quemados con cámaras. Tampoco es ideal, pero una mejora sustancial desde luego.
La comida podría pasar como bajoaragonesa, con una apreciación mágica por el cerdo. Morcillas, torreznos y chorizo en un solo plato, pero al ser latinoamerica también hay frijol, arroz y aguacate. Todo esto por unos dos euros, jugo incluido.
El hostel fue bastante épico también, grandes ratos, buena música y tatuadores en el mismo hall. Dicho esto, han llegado tristes noticias de que están cambiando el hostel para convertirlo en algo más típico y aburrido. Sin embargo, las experiencias con Emilio y Cata quedarán en el recuerdo durante largo tiempo.
El día 4 de diciembre cogimos un vuelo rumbo a Perú.
Me voy a dejar mil cosas sobre Medellín, pero ya estoy escribiendo a destiempo así que os dejo con las fotos.
El artista antioqueño Pedro Nel Gómez pintó estos murales en el centro de Medellín, una crónica de la vida y la historia de la región.El artista esencial nacido en Medellín es Fernando Botero, escultor y pintor. Conocido por sus experimentos con el volumen del sujeto. En otras palabras, la gente es gorda.
Si Nel Gómez o Botero son historia en Medellín, el presente tampoco está extento de artistas. El hip-hop se ha convertido en parte de su identidad y la ciudad se ha convertido en una de las referencias del reguetón.
En la ciudad de la eterna primavera siempre hace un buen día para un helado, aunque por la tarde suele llover.
Ciudad ideal para fumar crack y desmayarse en la acera. Muchos lo hacen a diario y recomiendan la experiencia en tripadvisor.
El arte urbano está muy desarrollado en Medellín y se ha convertido en uno de sus principales actractivos.
La comida callejera bien barata y recomendada.
Rap, grafitti y B-Boys.
Hola? Las escenas cotidianas de la Comuna 13.
y eso es todo hasta aquí.
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