Días 42 - 62
La segunda mitad de nuestras 5 semanas en la jungla vino con un problema técnico bastante gordo: mi portátil dejó de funcionar. Esto fue en octubre y, de momento, no he encontrado una solución. Esta también es la razón por la que no estaban saliendo fotos de mi cámara. Ahora estoy usando el portátil de Bella y por eso han vuelto.
A mi cartera le salieron hongos por la humedad. Una noche hubo una tormenta y cuando me levanté a mear había un escorpión de un palmo al lado del váter. Al final, decidí mear en la ducha.
Otros bichos interesantes incluyeron una serpiente verde brillante de metro y medio y una discusión a gritos con dos monos aulladores.
Tengo que admitir que seguramente los monos tenían razón.
Trabajar con Geoversity fue un placer y una experiencia radicalmente distinta de todo lo demás que había visto en mi vida. Volvería sin duda, pero no voy a negar que llegada la quinta semana teníamos ganas de hamburguesas y fiesta. Creo que todavía no he llegado al punto de emancipación espiritual necesario para vivir como Tarzán.
Todo esto se hizo especialmente evidente cuando un millón de hormigas enormes invadieron nuestra habitación el último día.
Había prisa por marchar, pero nuestras cosas estaban cubiertas por una masa negra y agresiva. Con Fortunate Son en los cascos y un soplador de hojas en la mano, me enfrenté a las bestias.
Evidentemente ganaron ellas, pero tras un par de horas de batalla poco a poco pudimos ir sacando nuestra ropa. Habían montado un nido debajo de la cama de Bella: un montón de varios kilos de huevos y larvas siendo protegido ferozmente por los soldados. Inspirador. Asqueroso.
La ropa afectada la metimos en una bolsa y, finalmente, pudimos sacar las últimas hormigas de nuestra ropa cuando llegamos a la ciudad de Panamá.
La ciudad de Panamá no es algo muy a destacar. Un zulo yanqui con torres enormes y autopistas que pasan por en medio. El puerto colonial sería muy bonito si no lo hubieran dejado medio abandonado.
Comimos McDonald's y salimos de fiesta para compensar nuestra vida sana y sencilla en la jungla.
Al día siguiente cogimos un avión rumbo a Medellín.
A veces la corriente se lleva los coches, por suerte estos saben nadar
Pájaro azul grita en pájaro
La cama de Isabella la mañana que marchamos
Penúltimo amanecer en la jungla
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