Ir al contenido principal
El Largo Camino a las Estrellas
We’re all in the gutter, but some of us are looking at the stars. Oscar Wilde[1].
An Gorta Mór es el viejo término irlandés para referirse al período de entre 1845 y 1852 en el país. Significa “la gran hambre” y es la forma más sincera  de describir lo que soportaron los irlandeses durante esos ocho años[2]. La población irlandesa vivía de la  agricultura de subsistencia –en gran medida por los impuestos británicos- y la mayor parte de su dieta dependía de la patata. De hecho, el 50% de la población sobrevivía de forma exclusiva, o casi, a base de este cultivo. Aparte de la patata, Irlanda tenía (y de hecho tiene) una fuerte industria ganadera y, además, producía trigo. Sin embargo, tanto el trigo como la carne cruzaron el mar a manos de los ingleses a lo largo de toda la hambruna. El gobierno británico se limitó a dar préstamos para los comedores sociales.
La gran hambruna irlandesa dejó más de un millón de muertos.
Dos millones de personas escaparon, muchos a Gran Bretaña, pero la mayoría a los Estados Unidos, donde se perdieron a lo largo de los años entre las principales ciudades de la costa este. Llegaron desesperados, abandonaron todo para huir del infierno en el que se habían convertido sus vidas.
La cita de Wilde significa, literalmente, “todos estamos en el desagüe, pero algunos miramos las estrellas”.
Cien años más tarde, en un pueblo de Ghana, Ousman miraba con curiosidad los aviones. Le explicaron que allí dentro viajaban personas, no personas como él, personas blancas. Aquí empezó su viaje, con 9 años y motivado por la idea de un mundo más allá de su pueblo. Ousman, que era “el más manitas” de los hermanos, marchó a una fragua en la ciudad. En el taller le pagaban con sobras de la comida del dueño –y no siempre sobraba. Se escapó a otro taller, esta vez en la capital, en Accra. De sus tiempos como soldador tiene como recuerdo una cicatriz enorme en el brazo, él la llama su doctorado. Ni gafas, ni guantes, si explotaban los materiales con los que trabajaban sólo les cubría la piel.
Su siguiente destino fue Libia, donde se rumoreaba que a los soldadores buenos como él les daban un sueldo. Libia, además, le acercaba un paso a los “países de blancos”. Fue dirección norte hasta Níger, donde comienza el Sahara.
El desierto más grande del mundo cubre 9.200.000 kilómetros cuadrados, la temperatura media más alta durante el día[3] es de unos 39º y cae en picado durante la noche. La arena llega fácilmente a los 80º durante el día [4] y de noche tienes que enterrarte entero en ella para poder soportar el frío.
Para los subsaharianos, Níger es el país de paso más común para llegar al norte y probar suerte con el mediterráneo. Tanto, que en 2016 unas 300.000[5] personas se enfrentaron al desierto empezando desde aquí, la mayoría de países como Ghana o Nigeria. El número de muertos es incalculable: el territorio es demasiado grande y cuando un grupo de migrantes se encuentra otro tienden a enterrarlos. Los grandes grupos de cadáveres son muy comunes, a menudo porque las mafias que los llevan deciden abandonarlos o porque el vehículo sobrecargado en el que viajan tiene una avería: la semana pasada [6] un grupo de seis mujeres llegó andando a la localidad de Dirkou después de que su camión se quedara parado camino a Libia. Dejaron atrás 44 cadáveres, muchos de ellos niños, todos superados por la sed. Las 44 personas iban todas en un solo camión, una práctica normal. El trayecto es de unas dos semanas (desde Agadez en el centro de Níger hasta Dirkou, más cerca de la frontera con Libia).
A Ousman se le presentó una oportunidad mejor, pagando más (tres o cuatro veces más) podía ir con Land Rover en vez de camión. El todoterreno no solucionó el tema de la sobrecarga: fueron en un grupo de tres coches, cada uno con 16 o 17 personas con su respectiva garrafa de cinco litros de agua. Horas después de salir, ya en las profundidades del desierto, pararon los coches: “tenéis que bajaros”.
La guerra en Siria estalló en 2011. Parecía seguir a una serie de protestas bautizadas como La Primavera Árabe. La primavera empezó en Túnez, a finales de 2010, donde derrocaron y echaron al presidente Zine El Abidine Ben Ali. Poco después le siguieron Hosni Mubarak, en Egipto y Ali Abdullah Sale en Yemen. En Libia, Muamar Gaddafi fue capturado, apalizado y ejecutado.
Siria también empezó como una serie de protestas. Sin embargo, los distintos apoyos desde el extranjero y el creciente número de actores han desembocado en una sangrienta guerra civil. La naturaleza caótica del conflicto hace que sea muy difícil estimar el número de muertes provocadas por el conflicto, pero en abril de 2016[7] la ONU estimó unas 400.000.
Temiendo una suerte parecida, más de cinco millones[8] de personas han abandonado desesperadamente el país desde que empezó la guerra. La mayoría han terminado en Turquía, que el año pasado firmó un tratado con la Unión Europea: todos los refugiados que lleguen a Europa desde allí serán devueltos “en caliente” y Turquía se encargará de ellos. Los que no llegan de allí, frecuentemente se encuentran intentando llegar al continente por Grecia. El campo de refugiados de Idomeni, el más grande del país, llegó a alojar a más de 14.000 personas[9], dos de ellas fueron los hermanos Mohammad y Mahmoud, de Damasco.
El servicio militar es obligatorio en la capital siria que ha pasado la guerra bajo control gubernamental y los hermanos de Damasco eran los únicos de su familia en edad  de servicio. Su hermano mayor fue ejecutado por negarse y otro fue encarcelado. No supieron nada del hermano encarcelado durante meses, se temían lo peor. Ahora mismo están negociando con oficiales corruptos para poder sacarlo de la cárcel.
Antes de Idomeni pasaron por Estambul y, cuando finalmente llegaron a Grecia, se unieron a la larga lista de espera para entrar en Europa. Su primera opción era España –antes de que empezara la guerra, Mohammad estudiaba filología hispana.

5.042 kilómetros de océano atlántico separan el puerto de Cobh en Irlanda de la oficina de inmigrantes en Ellis Island, Nueva York. El trayecto podía durar cualquier cosa entre seis semanas y tres meses[10] en lo que se conoció en su momento como “barcos ataúd”: la mortalidad rondaba entre el 30-40%. Cuando no era por alguna epidemia, era por falta de comida. Cuenta la leyenda que tiraban tantos cuerpos al agua que los tiburones se acostumbraron a seguir a los barcos.
En cambio, lo que no es una leyenda es que 5000 personas murieron ahogadas en el Mar Mediterráneo en 2016[11] y en abril de 2017 ya se habían superado las 1.000 desde enero. Todas ellas huían del hambre o del conflicto armado en varios países de oriente medio y el norte de África.

“Estar en medio del desierto es como estar en el mar, no ves nada ¿a dónde vas a ir?” se preguntó Ousman. Esperaron un día entero a que volvieran los todoterrenos, que les habían asegurado que iban a por gasolina y agua. Uno de los miembros del grupo declaró que conocía el camino a Libia, se levantó y empezó a caminar. Los demás confiaron en él: era negro, pero era negro del norte y tenía pinta de saber lo que hacía. Eso sí, les cobró por seguirle y durante los diecinueve días siguientes paró regularmente hasta vaciarles los bolsillos.
El decimonoveno día marcó un antes y un después. Uno de los cuarenta y seis miembros del grupo, que tenía los pies demasiado hinchados para seguir, decidió irse solo a morir pacíficamente. Esto cambió la forma de pensar del grupo, la actitud del guía les hizo sospechar y -siendo que iban a morir de todas formas- decidieron que él tenía que ser el primero: si sus sospechas eran ciertas y era parte de la mafia, ya no volvería a hacerlo más.
El guía se dio cuenta de la conspiración y les aseguró que ya estaban llegando a Libia –si fuera de noche, verían las luces, decía.
Al día siguiente, el guía había desaparecido.
Ante el enésimo grupo de cadáveres, Ousman se dio cuenta de que ya había perdido toda esperanza. Se pararon junto a los restos y Ousman se separó momentáneamente del grupo. Uno de los cuerpos llevaba una cantimplora y por casualidad[12] se le ocurrió abrirla y se encontró unas gotas de agua. Tras semanas de sobrevivir a base de reciclar lo que salía de su cuerpo, el agua supo a gloria. La compartió con un amigo que le acompañaba desde el principio mientras veían como el grupo comenzaba a rendirse. Estaban ya sentados, esperando lo inevitable.
Ousman tenía otra idea, revitalizado por el agua, le dijo al amigo que pensaba andar hasta que sus piernas no dieran más de sí. El amigo le dio la razón y abandonaron el grupo. Al verlos marchar, se unieron cuatro hombres más. Los demás se quedaron sentados.
Tres días más tarde Ousman se desmayó al ver un pequeño pueblo en el horizonte. Se despertó con el sonido de una fuente.
Ousman dedicó los cuatro años siguientes de su vida a trabajar en Libia. Allí ahorro con la misma intención que cuando tenía nueve años: llegar a los países blancos. Cruzó Libia y Túnez hasta llegar a Argelia. En Argelia los mandaron hasta Mali: el gobierno francés[13] pagaba a Argelia por cada inmigrante devuelto, así que los pasearon por el país haciéndolos fichar como nuevos para cobrar más veces –Ousman fue un total de diez inmigrantes distintos.
Llegado este punto se recomienda, si no lo sabes ya, mirar donde está la frontera de Argelia y Mali en el mapa. Pista: a la misma altura que su punto de partida en Níger cuando cruzó el desierto. Ousman compara esto con el juego de la oca, de repente estaba donde había empezado.

Las tarjetas rojas son documentos de identificación que se conceden a los refugiados. Un refugiado, o solicitante de asilo, es una persona que huye de su país de origen por persecución, guerra o violencia. Un refugiado tiene una razón fundamentada para temer por su persecución por razones de raza, religión, nacionalidad, opinión política o pertenencia a un grupo social concreto -o por lo menos eso dice la ONU.
La UE pone los fondos y el estado delega esos fondos y la gestión de los refugiados en las ONG una vez obtienen el permiso de residencia. Este permiso se divide en tres fases: la primera fase, justo después de su llegada, está cubierta con ayudas a la vivienda, el aprendizaje del idioma y la escolarización. La segunda fase les permite trabajar y les da una carta que garantizará el pago durante al menos tres meses para que puedan conseguir un alquiler. La tercera fase es la de independencia total.
El jueves 25 de mayo se convocó una rueda de prensa en la Plaça Sant Jaume de Barcelona bajo el lema “No ens sentim acollits”. En la rueda de prensa varios refugiados, en su mayoría ucranianos, explicaban el gran fallo del sistema de las tarjetas rojas: las ONG te controlan. Durante la primera fase controlan tus visitas y tus gastos, hacen que incluso salir de casa sea difícil y que la integración sea imposible. Durante la segunda fase se acumulan los problemas de la primera, sin una integración seria –y con un modelo de papeles tan extraño que las empresas no confían en ellos- es muy difícil conseguir un trabajo. Los que se sí se consiguen son precarios, lejos de lo que hace falta para poder pagar un alquiler en Barcelona. Y así llegan a la tercera fase, sin trabajo o con un trabajo a medias. Además de algo importantísimo, para poder alquilar un piso necesitas un aval, es decir una nómina o una recomendación de un banco. Si no has conseguido un trabajo, estás o en la calle o jugando al juego de la oca. Este segundo caso es especialmente serio si recordamos, aunque los medios no suelen hacerlo, que Ucrania sigue en guerra.
“Claro, hecho así, llamas a casa en Ucrania y le dices a tus familiares que ni se les ocurra venir a España, que acabas en la calle. Me cuesta creer que el estado no haga esto queriendo” dice Fabián.
Fabián ya no es refugiado, de hecho llegó a España por trabajo hace treinta años, a Barcelona en el '92. Se acuerda porque fue el año de las olimpiadas.
El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) llegó al poder en Bolivia en 1952 tras una larga campaña de violencia callejera y ejércitos paramilitares. El padre de Fabián, de derechas, huyó a Perú en 1960 temiendo una persecución política.
Fabián nació en Lima por esta razón, y  recuerda que su padre echó de menos Bolivia cada día que pasó fuera de ella. Fabián lo recuerda como un hombre tremendamente idealista, con la cabeza en las nubes hasta el punto de olvidar a veces la familia que tenía que mantener. Su madrastra, por el otro lado: “Era muy echada pa’ delante, nunca nos faltó de comer”, ni siquiera en tiempos que vivieron en un garaje junto a sus cinco hermanos.
Fabián creció odiando la política por esto. Finalmente, con el cambio de gobierno, terminaron volviendo a La Paz, Fabián tenía trece años.
 Ahora Fabián dice que tiene una deuda con el país de su padre: gracias a una beca boliviana terminó trabajando en Alemania. Además recalca la extraña manera de la que echamos de menos los lugares de los que venimos. En sus momentos de soledad nada más llegar a Alemania se veía echando de menos cosas que en Bolivia nunca apreció y, por eso entiende que haya islamistas radicales que llevan años en occidente: “es un fallo de integración, la gente se siente sola y recuerda su hogar tanto que las cosas que tenían allí las llevan a un extremo. Cuando sentí el racismo por primera vez me aferré a la religión y a la cultura de mi país”.
Estas experiencias han hecho que ahora Fabián dedique gran parte de su tiempo libre en Barcelona al activismo, entre otros proyectos, con Tanquem Els CIEs.

Los Centros de Internamiento de Extranjeros son establecimientos públicos de carácter no penitenciario, dependientes del Ministerio del Interior, para la detención y custodia, a disposición de la autoridad judicial, de extranjeros sometidos a expediente de expulsión del territorio nacional […]”
La policía que le había dado la excursión por Argelia a Ousman lo dejó en una celda ardiente durante unas horas. Al rato volvieron en unas furgonetas, le dijeron que pagara y le volvieron a subir directamente al norte de Argelia. Sí, la policía también funciona como la mafia.
Desde allí cruzó Marruecos y el Sahara Occidental hasta llegar a las dunas de Mauritania. Allí volvió a encontrarse con la mafia, pagó y le dieron tablas de madera y pintura gruesa negra. Les obligaron a fabricarse su propia patera, entre ochenta y cien personas por barco. Al poco de salir se hundió una de las pateras. El amigo que le había acompañado en todo el trayecto –el de la cantimplora- murió allí mismo, no llevaba salvavidas y tampoco sabía nadar.
Volvieron a la costa, en el segundo intento pasó lo mismo a mitad trayecto. Esta vez siguieron.
Llegó a Fuerteventura, donde le metieron en el CIE. Del CIE recuerda las habitaciones oscuras, las interrogaciones, las palizas a compañeros y la prueba de edad que demostró que tenía entre diecisiete y dieciocho años -hasta ese momento no tenía ni idea: sólo sabía que nació un martes, que en la cultura ghanesa es mucho más importante.
Estuvo en el CIE durante un mes. El gobierno le dio el permiso de residencia por la minoría de edad y lo mandaron en una avioneta a Málaga. Le preguntaron dónde quería vivir y contestó que en Barça, que lo había visto una vez en la tele. Le dieron un bocata de atún, un litro y medio de agua y lo mandaron en un tren a Barcelona.

En diciembre de 2016[14] España había acogido 898 refugiados, el 5% de los 17.377 que pactó con la Unión Europea. Dos de ellos son Mohammad y Mahmoud, los hermanos de Damasco. Viven en el albergue de Berga (Barcelona) donde Mohammad –que quiere volver a estudiar- ha tenido oportunidad de practicar su español e incluso aprender catalán. Ahora mismo están haciendo un esfuerzo enorme para poder ayudar a su hermano, que sigue en la cárcel en Damasco.
Fabián, refugiado por nacimiento, está muy activo en organizaciones como SOS Racismo (y un montón más), las luchas sociales son su día a día y las vive como nadie.
Abraham Lincoln, John Fitzgerald Kennedy o Barack Obama son tres de los veinte presidentes de los Estados Unidos con raíces irlandesas comprobadas. Seguramente los tres tuvieran un ancestro que fichó en Ellis Island tras bajarse de un barco-ataúd.
Ousman Umar es el fundador de NascoICT, una ONG que asegura la educación con ordenadores a más de 6000 niños en su Ghana natal. Lo hace porque, según él mismo: “la falta de información mata más que cualquier enfermedad del mundo”. Después de llegar a Barcelona y pasar un mes viviendo en la calle fue adoptado por una pareja. Aprendió castellano y catalán, se sacó el bachillerato y empezó a trabajar como mecánico de bicis para pagarse la carrera: primero de química y después de relaciones públicas y marketing (para mejorar la ONG). Su siguiente parada será Suiza, donde este mes de junio presentará ante la ONU su proyecto.
Recordar la historia de Irlanda le da la razón a Ousman: vivimos en un mundo que no solo está dividido por países, está dividido por siglos. Esto lo dice entre risas cuando un niñato blanco le pregunta si hay algún tipo de seguro cuando te quemas en una fragua en Ghana. Su ONG, las sonrisas de Mohammad en Berga y las camisetas contra los CIE de Fabián me recuerdan una cosa: por mucho asco que dé el desagüe, siempre habrá gente que mire a las estrellas.











[1] Lady Windermere’s Fan, Oscar Wilde, 1893.
[2] Los datos que se aportan respecto a la hambruna en Irlanda son todos de la Enciclopedia Británica. Para más información consultar el artículo “Great Famine” de Joel Mokyr, en la página web de la enciclopedia.
[3] Survey of Climatology; Griffiths, Driscoll; 1982.
[4] Dryland Climatology, Sharon E. Nicholson, 2011.
[5] Según la Organización Internacional para las Migraciones.
[6]1 de junio de 2017, la historia entera puede leerse en el artículo de la BBC “Over 40 people ‘die of thirst’ in Sahara desert”.
[7] Tras una misión diplomática llevada a cabo por Steffan de Mistura, enviado especial para buscar una resolución pacífica al conflicto.
[8] También un dato de la ONU, los cinco millones se superaron en algún momento de marzo de 2017.
[9] Según El País en el artículo “Antes y después del campo de refugiados de Idomeni”, 2 de junio de 2016.
[10] Los datos de este párrafo vienen de un artículo “The Great Famine coffin ships' journey across the Atlantic” del medio irishcentral.com, 18 de junio 2015.
[11]Mediterranean death toll is record 5,000 migrants this year: agencies”, Reuters, 23 de diciembre de 2016.
[12] Suerte, Dios, el destino,… Ousman no está seguro “a veces creo que estoy aquí por error”, lo dejo a la autoridad del lector.
[13] Argelia es una excolonia francesa. Esto se hacía durante el gobierno de Sarkozy para evitar que llegaran hasta Francia.
[14] Datos del artículo de El País “198 refugiados llegan a España, el contingente más numeroso hasta ahora”; J.J. Gálvez, J.J. Mateo; 28 de diciembre de 2016.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adiós 35

En otoño de 2015, me compré la cámara que sigo usando hoy en día. Para aprender a usarla, me apunté a un curso de dos horas por semana a lo largo de 4 o 5 meses. Hice miles de millones de fotos, las primeras en Cork, que es donde viví ese año. Ahora se me hace raro de pensar, pero las primeras fotos que hice eran en la calle. Normalmente eran domingos resacosos y lluviosos en los que daba paseos de tres o cuatro horas por la ciudad. Me daba -y me sigue dando- mucha vergüenza hacerles fotos a desconocidos, así que las fotos eran literalmente de la calle. Aceras mojadas, edificios abandonados y tráfico en movimiento. Henri Cartier-Bresson tiene una frase muy mítica: "Tus primeras 10,000 fotos son tus peores". Y no le faltaba razón. Es más, en el mundo digital podríamos multiplicar ese número por cuatro. Y sí, salvo alguna excepción, las fotos de esa época no son gran cosa. Pero me hacía una ilusión del copón. Ese año me veía una película al día como norma, por eso cuando salía ...

Punto y seguido en Buenos Aires

Si has vivido en España u otro país europeo toda tu vida y quieres encontrar un buen lugar para empezar en Latinoamérica, te recomiendo Buenos Aires. Algo parecido a la comida italiana, una extraña afición por el fernet, posiblemente la mejor ternera del mundo y una cantidad descomunal de cine independiente que reflexiona sobre la vida de artistas envejecidos. Seamos realistas, es posible que no entiendas de qué trata la película, pero siempre encontrarás a un argentino dispuesto a explicártelo brevemente en tres horas. Estamos acostumbrados a encontrarnos con uno o dos argentinos como máximo en nuestra vida diaria en España. Sin embargo, cuando estás en Argentina, te encuentras con muchos más. Puede parecer obvio desde lejos, pero imagínatelo de verdad: un país entero de personas obsesionadas con el fútbol, el mate, el rock independiente y expresando sus emociones moviendo las manos. Y si son porteños, es decir, de la capital, agrégales un orgullo que solo había visto antes en Bilbao....

Preparadas por el Ixufrina Rock

 Estando en un bar en Irlanda, y tras un volumen considerable de material hidratante, me preguntó Marco si me apetecía pasarme por el Ixufrina Rock. Con toda la motivación que producen 7 Beamish seguidas, le dije que sí y encima les pregunté a los del festival si necesitaban un fotógrafo. Sorprendentemente, sí que les hacía falta, así que menos de una semana más tarde pusimos rumbo a Fonz cámara en mano. Con un equipo tensino bastante fuerte, el festival fue una locura. El público era más grande, más rural y bastante más joven de lo que me esperaba. Creo que muchos salimos de ahí más optimistas de cara al futuro, y parece que las elecciones -con su inesperado candidato local- nos han dado la razón hasta cierto punto. ¡Volveremos! Os dejo algunas de las muchísimas fotos que me gustaron del festival.